viernes, 14 de septiembre de 2012

El porque de la protesta

¿De dónde viene este vértigo? ¿De donde salió esta vorágine cotidiana que nos hace olvidar de cómo estábamos hace “apenas” unos años o de las elecciones que dejaron a esta mujer como presidenta? La vida de un país se escribe en décadas y siglos y no podemos pretender que la economía, ni la vida de millones cambie rotundamente en un abrir y cerrar de ojos desde el punto de vista histórico.

A fines de 2001 nadie quiso, pudo o supo como mantener este país medianamente habitable hasta que nos fuimos por el barranco, sacudón de la mafia bonaerense mediante. En esa desbarrancada aprendimos que diez años de convertibilidad tuvieron un costo imperdonable, que la voracidad de las empresas y empresarios expulsó literalmente a mucha gente del sistema y sobre todo que no podemos ser tan egoístas de pensar en las cuotas cuando enfrentamos las urnas, esas urnas que ratificaron a esta señora al frente del poder ejecutivo hace no mucho.

Hace casi diez años se generó un hito. La barranca abajo fue acompañada por el tronar de los cacharros en las plazas y terminó por eyectar a De la Rúa y compañía en un contexto de saqueos, desocupación y hambre. Si, hambre. Hago el paralelo con el cacerolazo original para tener parámetro de lo que “estamos” pidiendo. ¿Anoche que se pedía? Que se fuera Cristina, que dejen comprar dólares libremente, que permitan viajar a todos, que no se reforme la constitución, que no haya re-reelección, que no haya corrupción e inseguridad, que haya más libertad de expresión, que no se use tanto la cadena nacional, que… ¿qué? Uno veía los canales y cada cual titulaba con un reclamo distinto. ¿Eran todos esos los motivos? Permítanme no sentirme identificado con el 80% de ellos. Sí apoyo el pedido de más seguridad y menos corrupción. Del resto no puedo formar parte. Del resto no, porque yo grité, escribí y salté en diciembre 2001 para que se termine un ciclo, pero después eso siguió, siguieron los mismos, no se fue nadie. En los meses siguientes compartí piquetes, escribí y canté para reclamar y defender la salud, la educación, el trabajo y la inclusión de los expulsados. Con el tiempo esos reclamos paulatinamente fueron cambiando por mayores salarios, por cambios en los impuestos a las ganancias y hasta por incorporación de trabajadores tercerizados. El proceso “de mejora” en estos años fue notorio aunque a muchos les pese.

¿Ese proceso como se inserta en el contexto histórico? El mundo habla de la crisis europea, de si Argentina está o no blindada frente a ello o si tendrá o no sacudones. ¿En que estamos nosotros? Ah… reclamando por los dólares, los viajes, la libertad de prensa… En 10 años pasamos de pedir trabajo a protestar para que las importaciones permitan la entrada del Iphone o que podamos comprar dólares o que podamos ir a Miami sin controles.

En 10 años uno crece, aprende y se desarrolla como persona, como país ese tiempo es poco. Somos una nación joven, con una democracia adolescente, histérica y treinteañera. Una democracia que ya tuvo muchas elecciones, pero donde los políticos precisamente no nos dieron elección: siempre fue más de lo mismo.

Ayer no hubo ganadores, porque la situación en la que estamos es culpa de todos los dirigentes, pero el único que se percató de ello fue Binner. El resto se regocijó viendo la plaza llena de cacerolas, las mismas que si hoy se cargan a Cristina, van a cargarse al que está viéndola caer con una sonrisa, simplemente porque hoy nadie sabe, quiere o puede hacer que éste país madure sin estos espasmos.

La voracidad y la ambición desmedida hacen que se recuerde con anhelo aquellos años donde todos los veranos se generaba un éxodo hacía destinos exóticos, donde la última tecnología era frecuente y donde hablar de dólares era moneda corriente. Esos tiempos pasaron y dejaron su tendal de víctimas. Algunas de ellas pudieron ir recuperándose, pero la lección debe estar bien sabida. No podemos pretender que nos exploten los bolsillos cuando hace menos de 10 años estuvimos a la deriva.

El vértigo, la vorágine y las naves a la extratosfera son las herencias de un tiempo que merecimos vivir y prolongar de otra manera, quizás con otras decisiones y quizás hasta con otra postura, una menos complaciente, más firme y exigente. Una postura más adulta, más pensante y sobre todo mas participativa, que se olvidara de los viajes al exterior y que pensara más en los profesionales que terminaban en los taxis. Quizás fue una década donde nuestro instinto de supervivencia como sociedad estuvo a prueba y donde no nos importó que cada vez fuesen menos los privilegiados. Ese tiempo fue el origen de esta histeria, de este gen irritante que hace que miles salgan a la calle a protestar por… ¿porque? ¿por todo o por algo en especial? Yo prefiero ser espectador esta vez. Al menos hasta que tenga un poco más claro porque protestar y que valga la pena sacudir el avispero.

lunes, 19 de marzo de 2012

La fiera del baño

Cena, algo parecido a un postrecito y a la cama. La rutina se repetía cada noche. Pero ese sábado algo distinto pasó. Después de caer rendido en la cama, de dar vueltas sin sentido en la cama y haber recorrido muchas veces la grilla de canales del cable, finalmente, logré quedar dormido. La noche parecía una más. El aire acondicionado hacía su trabajo. Hasta que un sudor frío recorrió mi costado derecho, ya sin sábanas, y me despertó. La penumbra de la noche y el calor se desplomaban al unísono y sin piedad sobre todos los habitantes de la ciudad. La luna asomaba tímidamente por la ventanita enrejada del pequeño baño que estaba cerca de la habitación. La luz que encendí estaba sobre el espejo y era la única que veía en todo el vecindario. Encandilado, más por el sueño que por la potencia de la miserable lamparita, entrecerré los ojos y entré dando tumbos. Cerré sigilosamente. Casi tanteando, logré ubicarme confortablemente dentro del pequeño área sanitaria. Miré el reloj. Eran las 3:26 de la madrugada. Lo único placentero era sentir el fresquito del piso soportando mis pies descalzos. El sueño me vencía y la caída de los párpados era clara señal de ello. La mente trataba de dominar al cuerpo. Pero no. El sueño era amo y señor. Abro los ojos. 3:32 decía el reloj. Bueno, no me dormí tanto pensaba. Ya quería estar teletransportado de nuevo bajo las sábanas. Pero la luz seguía prendida. El índice se separaba del resto de los dedos para alcanzar la tecla y dejar el lugar en la oscuridad que se encuentra cada noche. Pero un leve ruido en la puerta corrediza me detuvo. Sería el sueño que tenía pensé. Froté vigorosamente los ojos para concentrarme. El brazo volvió a elevarse para llegar al interruptor de la luz, y cuando no llegaba a la mitad del camino que debía recorrer PUM PUM… Dos golpes secos ratificaron los anteriores. Más contundentes, más misteriosos, más inobjetables. Entre sorprendido y atemorizado, realmente quedé estupefacto. La puerta comenzó a vibrar. Primero levemente y luego más notoriamente. Se sentían pequeños arañazos en la parte baja. Juro que me asusté. Sentía el corazón en la garganta. Traté de serenarme. Hice todo el silencio que pude. Y mucho más de eso también. El silencio era total. Acerqué mi oreja izquierda lentamente. Ni siquiera quería dar un paso. Del otro lado se escuchaban ruidos guturales, pero leves. PUM ! Otro golpe sorpresivo y mucho más sobresaltador. Siempre con los pies en el mismo lugar, intenté llegar al interruptor. Estiré mi brazo derecho hasta llegar a hacer contacto. Simultaneamente que desactivo el circuito eléctrico mis ojos ven un líquido viscoso que comienza a adentrarse por debajo de la puerta. El desconcierto era total. La oscuridad no hizo más que agitar a la bestia. Del otro lado los ruidos guturales se aceleraban. Y los golpes empezaron a ser mas fuertes. Más frecuentes. Más desesperados. Mi pié derecho, el más próximo a la puerta, ya sentía la humedad viscosa que llegaba hasta mí. Dudé en gritar, en encender las luces. O simplemente en quedarme ahí. Esperando… lo que tenga que pasar. Pero tomé coraje sin saber de donde. Como única arma enrollé la revista Viva que estaba en el vanitory. Puse silenciosamente mi espalda contra la pared. Estiré mi mano derecha hasta el extremo de la puerta mientras los golpes seguían salvajemente. Esperé un segundo. Tomé aire y me decidí. Había que sorprender a esa bestia, darle al menos un susto y escapar de allí entero o a pedazos. El dedo mayor estaba listo para el tirón de apertura. La mano izquierda cerró firmemente el puño para que el arma sea más contundente. Abrí la puerta. En ese microsegundo esperaba recibir un zarpazo, una mordida o al menos un golpe. Pero no. En dos zancadas logré salir del baño. Corrí por el pequeño pasillo. Llegué al dormitorio. Cerré la puerta. Enciendo la luz. Y Naty me dice "Mira que Luly se bajó de la cama y te fue a buscar al baño".

Pequeña bestia literaria



No fue su uniforme azul con vivos verdes. Ni su escoba patas para arriba paseando en el carrito característico. Tampoco el perfume que deja a su paso vaya donde vaya. Ni siquiera sus guantes de latex. Sus zapatos de seguridad desacordonados y bastante roñosos tampoco despertaron mi atención. Su intrigante desconocimiento de la literatura fue más poderoso que todo eso. Su texto escrito en la pared llamó mi atención inexorablemente. Y fue ahí cuando la ternura brotó sin que ninguna barrera pueda contenerla. Quisiera conocerla. Quisiera saber como es. Tratar de descifrar el porque de sus palabras tan precisas. Quisiera conocer a esta bestia que rompió los moldes de la escritura. Quisiera tener frente a frente a este ser, simplemente para decirle que sus palabras robaron mi atención por días enteros. Quisiera decirle que admiro su trabajo cotidiano. Que, está claro, no puede evitar cumplir ciertos formalismos. Y que entiendo que es cierto que debe dejar registro de su paso. Pero nunca, nunca de los jamases, hubiese imaginado que alguien pueda poner "Inodoro con caca" en la planilla de limpieza del baño de hombres de la oficina.