Era temprano. Todavía con neblina baja, frío y parcialmente nublado. El sol en unas horas quizás aparecería. Pero paralelamente, en las profundidades, el caos se podía oler como esas tormentas de verano que humedecen la tierra y con ese aroma anticipan su llegada. Aquellos que se levantaron con la fresca no tendrían la ayuda de Dios, ni de nadie, y no iban a poder evitar la situación. En el ambiente algo hacía presagiar que no sería un día más. Por un momento, parecía que todos estaban esperando un desenlace, como un cuento que necesita un final. Parecía que todos internamente estaban convencidos de lo que iba a suceder. Hasta que de pronto todo se detuvo. No hubo más ruidos metálicos, ni vendedores ambulantes, ni música. Ese segundo de quietud fue el instante preciso para tomar aire y zambullirse a pensar en lo que vendría. Pero ese instante, ese microscópico espacio temporal eterno y tan silencioso que aturdía, desembocó en una vorágine violenta, oscura y dolorosa. Un torbellino de pies aplastados, cuerpos caídos, gritos, empujones, súplicas y dolor por todas partes. Bolsos y carteras en el piso, articulaciones luxadas, huesos a punto de hacer crack y un denominador común: la impotencia frente a la sinrazón. No sé cuanto duró pero parecieron décadas, y de las peores. Las miradas se cruzaban, aún con tanto desconcierto, buscando una respuesta o al menos un guiño cómplice que haga más llevadero tanto dolor. Lentamente las cosas se aquietaban, aunque cada tanto se escuchaban gritos nuevos. Una vez que la tormenta amainó, y pasados los empellones, las embestidas, tropiezos y heridas, llegó el tiempo de la lucidez. ¿Realmente estaban vivos? ¿Estarían heridos gravemente? ¿Ya habrían saqueado sus pertenencias? ¿Habría pasado lo peor?. Esas inquietudes se volvían livianas y sólo se limitaban a condimentar la imposibilidad de ver al exterior, de no saber que pasaba fuera y acompañaban esa necesidad de saber que alguien podría rescatarlos si fuese necesario. Todo se volvía oscuro. Era la noche en el día. Los ojos buscaban luz. Aunque sea el más pequeño de los resquicios que abrigaran una esperanza de que las cosas iban a cambiar y a ser como eran. Los más lúcidos se preocupaban por sobrevivir, otras personas sin tantas inquietudes buscaban en el auricular una manera de esconderse de la realidad o solamente chequeaban que sus uñas recién pintadas sigan intactas. Y cuando la mayoría pensaba que así se acababa el mundo el subte dejó la estación Miserere.
lunes, 13 de septiembre de 2010
jueves, 19 de agosto de 2010
Terroristas en el tren
El tren se quedó otra vez entre Ciudadela y Liniers en plena hora pico. Las distancias interpersonales dejaban que uno conozca los más profundos aromas, registre el ritmo cardíaco y hasta pueda contar la cantidad de poros del compañero de viaje más cercano. Mirando el reloj incansablemente una y otra vez, como si el tiempo corriera más vertiginoso. Ya nadie leía el Olé del vecino, ni tampoco se bancaban las puteadas de la negra Vernaci en la radio que a esa hora ya exasperaban más que otra cosa. Era temprano para explotar y tarde para buscar otra manera de viajar. El tiempo pasaba denso y cansino. Nada aliviaba la espera. El aire se volvía más pesado, y ya no había ringtones nuevos seguidos del clásico “avisa que llego tarde”. Algunos, con más experiencia, buscaban destrabar las puertas, al menos para que entre aire, sacando las tapas que cubren los mecanismos internos de la formación, una especie de cirugía mayor a mano pelada. Hasta que los que pudieron bajar a las vías desde el furgón por las ventanas vieron a lo lejos movimientos raros en los techos y en la locomotora. Lo extraño era que las siluetas que se percibían no se parecían a los pibes que aspiran bolsitas, sino que tenían pashminas y eran más corpulentos que lo imaginado originalmente. Se percibía que los tipos gritaban entre sí, pero la distancia hacía que los gritos se transformen en murmullos que se mezclaban con el bochinche del vagón.
De pronto, sin previo aviso, explotó el vidrio de una de las puertas. Y por ahí apareció un tipo que se descolgó del techo del tren. Con la cara tapada y con un Kalashnikov AK 47 amenazante sólo pidió calma con gestos y de inmediato, después de una ráfaga en abanico al techo, volvió a gesticular esta vez pidiendo silencio. Todos acataron el “pedido” y el tipo en un sorprendente castellano dijo “Somos shiítas sunitas deportados y exigimos la resurrección de Sadam”.
Los pasajeros quedaron atónitos. Los nenes lloraban, los viejos temblaban. No sólo por la presencia, sino que ahora la razón también era ésta proclama tan particular. Los que, porque y como se multiplicaron en tonos, tonadas y volúmenes diversos. Hasta que un osado guardián imperial académico, ciertamente un tanto fumateado, se acercó peligrosamente al barbado visitante inesperado. “¿Qué onda gato?” le dijo agresivamente acercando su mentón y a modo de presentación. Y cuando la mayoría se preparaba para atajar balas, la sorpresa vino del lugar menos pensado.
“Mirá máquina, acá es fácil tomar rehenes, cualquiera corta rutas, el tren se frena solo y hacer estos laburitos de manera tercerizada es una papita. Yo soy de la banda de Chaca, pero por esto me pagan en euros y, además, puedo quedarme con el fierro y la pilcha por que los turcos no se los quieren llevar de vuelta”. Y a partir de ahí el día en el vagón cambió. El terrorista conchavado agregó que “los pesados están adelante esperando que lleguen los canales de noticias o que llame Guillermo Andino” y enfatizó en que “esos si son turcos y no se les entiende una goma”. Después, y ya con un mate mediante que llegó desde el furgón, el susodicho dijo que se comunican con los cabecillas gracias a los servicios del traductor que fue a Sudáfrica con HUA y que, sólo por esta vez, lo hace de onda para abrir nuevos mercados en Oriente Medio.
El común de la gente, que antes estaba azorada, a esta altura, ya no sabía que esperar. Pero la realidad, inexorable, dio las respuestas que se esperaban. El guardián imperial prosiguió como si nada hubiera pasado, y destrabó el silencio. “¿De Chaca? ¿A quién piensan resucitar?”.
El tercerizado llevó luz argumentando “y si pá’, desde que se fue Luisito no hay una moneda en San Martín, y en referencia a tu segunda pregunta –dijo a modo de entrevistado en rueda de prensa- puedo sostener que los islámicos buscaron un lugar accesible en costos, con pocas chances de fracaso para sus planes y donde los políticos resuciten todo el tiempo sin importar demasiado cuales fueron sus obras de gobierno. Además, y como adelanto exclusivo para todos los presente, estoy en condiciones de afirmar que Punta del Este les gustó mucho en esta época del año. Así sólo tuvimos que conformar un combo especial para la ocasión. Fuerza de choque, abogados especializados en terrorismo, testigos falsos, jueces adecuados, jurisprudencia asegurada y por último un traductor sin cargo. Parece que a los barbetas el número les cerró y acá estamos”, agregó ya salido de todo protocolo.
A esta altura el AK 47 ya se paseaba de mano en mano tal como pasa el sapo disecado en los trabajos prácticos de biología en el laboratorio del secundario. El funebrero musulmán, ya con mucha confianza, se sacó la pashmina de la cara, desabrochó el poncho que llevaba y mostró extrañamente contrariado un chaleco de explosivos “¿estos flacos no se cagan de calor con todo esto y encima con barba y turbante?”.
Evitando quedar en evidencia, cada tanto pegaba un grito intimidatorio. Mientras guiñaba un ojo y hacía gestito de idea para hacer la situación más light. A la distancia veía que su pañuelo árabe también iba en exhibición itinerante dentro de la formación férrea, y ya no le gustó tanto la idea. “Miren que el pañuelito ya me lo pidió mi chica!”.
Contra una puerta, un flaco contrariado sólo pensaba en su llegada tarde. Lo encaró al malo de la película y le pidió piedad social para poder conservar el trabajo. El señor terrorista, no dudó y accedió. Le dio un certificado internacional de rehén que traía fotocopiado, con una firma ilegible como la proclama que se veía en las imágenes que ilustraban ese papelucho.
Las crónicas contarán que las cámaras llegaron, que Andino pudo hablar con el traductor de HUA porque a los líderes no logró entenderlos, y que el tema se destrabó cuando llegaba la noche y todos quisieron ir a ver Racing – All Boys incluídos los musulmanes y los comepizza del grupo Halcón.
De pronto, sin previo aviso, explotó el vidrio de una de las puertas. Y por ahí apareció un tipo que se descolgó del techo del tren. Con la cara tapada y con un Kalashnikov AK 47 amenazante sólo pidió calma con gestos y de inmediato, después de una ráfaga en abanico al techo, volvió a gesticular esta vez pidiendo silencio. Todos acataron el “pedido” y el tipo en un sorprendente castellano dijo “Somos shiítas sunitas deportados y exigimos la resurrección de Sadam”.
Los pasajeros quedaron atónitos. Los nenes lloraban, los viejos temblaban. No sólo por la presencia, sino que ahora la razón también era ésta proclama tan particular. Los que, porque y como se multiplicaron en tonos, tonadas y volúmenes diversos. Hasta que un osado guardián imperial académico, ciertamente un tanto fumateado, se acercó peligrosamente al barbado visitante inesperado. “¿Qué onda gato?” le dijo agresivamente acercando su mentón y a modo de presentación. Y cuando la mayoría se preparaba para atajar balas, la sorpresa vino del lugar menos pensado.
“Mirá máquina, acá es fácil tomar rehenes, cualquiera corta rutas, el tren se frena solo y hacer estos laburitos de manera tercerizada es una papita. Yo soy de la banda de Chaca, pero por esto me pagan en euros y, además, puedo quedarme con el fierro y la pilcha por que los turcos no se los quieren llevar de vuelta”. Y a partir de ahí el día en el vagón cambió. El terrorista conchavado agregó que “los pesados están adelante esperando que lleguen los canales de noticias o que llame Guillermo Andino” y enfatizó en que “esos si son turcos y no se les entiende una goma”. Después, y ya con un mate mediante que llegó desde el furgón, el susodicho dijo que se comunican con los cabecillas gracias a los servicios del traductor que fue a Sudáfrica con HUA y que, sólo por esta vez, lo hace de onda para abrir nuevos mercados en Oriente Medio.
El común de la gente, que antes estaba azorada, a esta altura, ya no sabía que esperar. Pero la realidad, inexorable, dio las respuestas que se esperaban. El guardián imperial prosiguió como si nada hubiera pasado, y destrabó el silencio. “¿De Chaca? ¿A quién piensan resucitar?”.
El tercerizado llevó luz argumentando “y si pá’, desde que se fue Luisito no hay una moneda en San Martín, y en referencia a tu segunda pregunta –dijo a modo de entrevistado en rueda de prensa- puedo sostener que los islámicos buscaron un lugar accesible en costos, con pocas chances de fracaso para sus planes y donde los políticos resuciten todo el tiempo sin importar demasiado cuales fueron sus obras de gobierno. Además, y como adelanto exclusivo para todos los presente, estoy en condiciones de afirmar que Punta del Este les gustó mucho en esta época del año. Así sólo tuvimos que conformar un combo especial para la ocasión. Fuerza de choque, abogados especializados en terrorismo, testigos falsos, jueces adecuados, jurisprudencia asegurada y por último un traductor sin cargo. Parece que a los barbetas el número les cerró y acá estamos”, agregó ya salido de todo protocolo.
A esta altura el AK 47 ya se paseaba de mano en mano tal como pasa el sapo disecado en los trabajos prácticos de biología en el laboratorio del secundario. El funebrero musulmán, ya con mucha confianza, se sacó la pashmina de la cara, desabrochó el poncho que llevaba y mostró extrañamente contrariado un chaleco de explosivos “¿estos flacos no se cagan de calor con todo esto y encima con barba y turbante?”.
Evitando quedar en evidencia, cada tanto pegaba un grito intimidatorio. Mientras guiñaba un ojo y hacía gestito de idea para hacer la situación más light. A la distancia veía que su pañuelo árabe también iba en exhibición itinerante dentro de la formación férrea, y ya no le gustó tanto la idea. “Miren que el pañuelito ya me lo pidió mi chica!”.
Contra una puerta, un flaco contrariado sólo pensaba en su llegada tarde. Lo encaró al malo de la película y le pidió piedad social para poder conservar el trabajo. El señor terrorista, no dudó y accedió. Le dio un certificado internacional de rehén que traía fotocopiado, con una firma ilegible como la proclama que se veía en las imágenes que ilustraban ese papelucho.
Las crónicas contarán que las cámaras llegaron, que Andino pudo hablar con el traductor de HUA porque a los líderes no logró entenderlos, y que el tema se destrabó cuando llegaba la noche y todos quisieron ir a ver Racing – All Boys incluídos los musulmanes y los comepizza del grupo Halcón.
miércoles, 7 de julio de 2010
El segundo vagón
El subte todavía no había terminado de frenar. Sus ruedas aún chillaban cuando el guarda petiso y canoso se descolgó con gran oficio del segundo vagón con el silbato en la comisura derecha de la boca. Corriendo, con los ojos grandes, rojos y llorosos retrocedió hasta los molinetes y pegó el grito. "¡ Vengan urgente por favor !". El tipo de seguridad privada y la regordeta policía federal estaban acodados sobre las rejas de la salida y se miraron extrañados. Pero el público presente y el tono del guarda los obligaron a apurar el paso. Los tres iban a paso veloz hacia el frente de la formación que ya estaba quieta. La gente inundaba el andén y miraba azorada. Algunos dudaban entre quedarse a prestar ayuda o despejar el área para que no sea más complicado transitar por ahí. La escalera mecánica estaba más raleada que de costumbre. Era lógico. Muchos quedaron hipnotizados con la escena y perdieron de vista que llegarían tarde a sus ocupaciones. El hombre de traje caminaba hacia la salida, pero pispeaba lo que pasaba allá adelante, y no pudo evitar llevarse por delante a la abogada que perdió sus papeles ante el empellón. El cadete de la panadería de la otra estación tenía las medialunas calientes que esperaban en una reunión, pero también frenó para ver como seguía la cosa. La madre con su hija en brazos paró un segundo, pero decidió seguir camino antes que la nena se ponga a llorar. Un sacerdote le decía misteriosamente a su eventual compañero de viaje "Ojalá Dios los ayude" mientras su interlocutor permanecía inerte con el blindaje auricular que disparaba One de U2 adentro de su oído. El tiempo parecía estirarse. Los trenes del subte ya estaban demorados. Y el andén se iba despejando con cada minuto. El misterio crecía. Se podían ver los ojos curiosos del maquinista reflejados en el espejo del primer vagón. El tipo sacaba el codo izquierdo por la ventana para poder asomarse y tratar vanamente de saber que pasaba. Hasta que el sacerdote no pudo con su genio y se decidió a acercarse pensando que su investidura lo protegería. Buscó la complicidad de alguno de los pasajeros, pero la mayoría, al verlo avanzar, decidían pegar la vuelta y volver a sus obligaciones. Como si el paso del curita los sacudiera del magnetismo que generó la escena. Resignado, y viendo que ya estaba embarcado en la misión, retomó el paso con dirección a la puerta de madera que ya se había cerrado automáticamente. Faltaban dos pasos para llegar cuando el cura empezó a buscar su rosario en el bolsillo de la sotana. Con el último paso empezó a rezar. Levantó lentamente su mano. Apoyó el canto de la palma contra el sucio vidrio de la puerta. Acercó su cara y a través de los diminutos lentes circulares pudo divisar al guarda, al policía y al otro hombre de espaldas, arrodillados y mirando un mismo punto en la mitad del betuzto vagón. Desde lejos no podía ver si era un cuerpo que necesitaban resucitar, alguna persona desvanecida o si, en el peor de los casos, había una bomba a punto de explotar. El sacerdote dudó en avanzar o retirarse, pero no titubeó en pedirle protección personal y espiritual a todos los santos empezando por orden alfabético. Intimamente se sintió con fuerzas para avanzar. Hizo dos pasos laterales para asomarse por una ventana rota y más próxima a la escena. El estupor y el miedo fueron mayores aún. Un reflejo innato buscó callar su inevitable expresión de susto, y con su rosario en la mano derecha tapó la distancia inmensa que ya había entre sus labios. Los lentes no podían fallar tanto. Allí dentro no había nada. Al menos nada visible. Quizás una fuerza sobre natural. O un campo magnético u otra cosa más desconocida todavía. El religioso se sintió sobre pasado. Y mientras le pedía ayuda a San Quintin, dió inconscientemente un paso hacia atrás. Lento, sigiloso y disimulado. Prolijamente discreto para que, lo que fuera que hubiese allí dentro, no se sobresalte. Una vez con los pies paralelos, giró su mirada con el mismo cuidado. Como si su vista pudiese sentirse en el aire. Y en el andén, a la distancia, entre otros pocos encontró hipertérrito a aquel escuchante auricular al lado de la abogada, que todavía tenía sus papeles desordenados. La muchacha, con la angustia en la mirada y sin hablar, le preguntó al curita que era lo que pasaba con un inequivoco gesto. Esa cabellera prolijamente producida me inclinó suavemente hacia arriba mientras las cejas se arqueaban ascendente y finamente. La curiosidad era general. Todo el andén repetía el gesto sin hacerlo. Hasta en la escalera se quedaron mirando. Entonces el cura no tuvo opción. Desanduvo ese paso. Ese paso sigiloso y fantasmal que lo colocó nuevamente al lado de la ventana. Miró una y otra vez a los espectadores esperando que alguien lo detuviera. Pero no había vuelta atrás. Pensó en sus compañeros del seminario, en sus hermanos y en sus sobrinitas. Tomó el poco aire que había y espetó un tibio "Perdón señores… ¿qué está pasando?". La respuesta fue nula. El sacerdote volvió a mirar a su reducido y ansioso auditorio. Se acomodó los lentes y reiteró un poco más enérgicamente "¿qué está pasando señores?". Desde dentro del vagón, y ya entre los asientos de madera, emergió la mirada despeinada de la agente policial. La palabra oficial fue clara y contundente. El guarda perdió los lentes de contacto.
miércoles, 23 de junio de 2010
Stand up negativo (en actualización permanente)
¿Cuántos goles tiene que hacer Palermo para que lo reconozcan? Le hizo un gol a estos griegos que no son ningunos nenes de pecho. ¿Viste lo que eran? Encima tienen el corralito allá. ¿sabés la bronca que deben tener? Más que nosotros con el tema del aumento del 22%, estos si que nos están boludeando. Ayer hubo directorio y ni noticias. ¿Vos pensás que alguien nos va a avisar? Estos son unos caraduras. Y encima rompen las bolas con el laburo. Todo el día preguntando. Así no dan ganas de nada. Yo voy a cortar la onda y me voy a ver el Mundial. Hay que ver a todos los rivales. ¿Viste que allá estaba el hijo de Moyano? Ese seguro que cobró el aumento. Igual acá debe tener un lindo plasma y debe ver los partidos comiendo picada como hicieron acá al lado. ¿ a vos te convidaron algo? Jajaja no pueden ser tan ratas. Encima se rascan todo el día. Yo estoy harto. Cada día tengo más jefes. Que lástima que no tengo ningún trabajo afuera para salir de acá. A éste no lo aguanto más. Menos mal que ayer Martín definió el partido. ¿Viste que fue el jugador más grande en debutar y hacer un gol? Este tipo no para de romper récords. ¿Ayer lo viste a Doménech? El tipo estuvo mal, pero Parreira lo agarró de la solapa después. Ahora parece que los espera Sarkozy para reunirlos a todos. Ese es el que corta el bacalao allá. Ahora voy a llamar al Delegado para ver si sabe algo del aumento. Esto no puede seguir así nos están tomando el pelo. ¿Sabés si en esta grabadora puedo ver DVD? Hay que usarla total, nadie la va a usar. Si los boludos que laburamos somos nosotros. Los delegados van a laburar cuando tengan ganas. Que grande Ronnie James Dio. Lástima que ya se nos fue. Este es como Palermo. Un grande de verdad. Palermo tendría que definir el tema del aumento. Esto es una vergüenza. Es peor que la época de Segba. Es una falta de respeto hacia la gente. Nos tratan como mierda. Nadie sabe nada. Hay que ir a ver el Mundial. Todo el mundo se enganchó. Ayer éste mandó a tres tipos a hacer un laburo a Lugano, cuando al mediodía se sabía que todos iban a ver el partido. Es un caradura. Se quiere recibir de héroe. Es un figuretti que quiere mostrarse haciendo boludeces cuando la empresa está en ruinas. Encima le rompe las bolas a la gente y me lleva a mi para poner la cara. Un día de estos le voy a decir que no me rompa más las pelotas. No sé que espera. No la van a llamar a la Minujín para hacerle una estatua de bronce como la de Mostaza. ¿La empresa no se da cuenta que así está gastando plata? ¿No se dá cuenta Personal que está gastando la plata en dos personas? A Palermo le tendrían que pagar como a estos dos jefes. Ja ja ja…
viernes, 18 de junio de 2010
Corre bloger corre - Elige tu propia aventura
Y corrió como nunca antes. Todavía escuchaba el eco del disparo que inició su corrida. Con las pulsaciones a mil, con la sangre que le hervía y los ojos lagrimeando por el esfuerzo y el sudor. Tenía un objetivo claro. Seguir corriendo todo lo que pueda, y lo más rápido posible. Sin parar un segundo, giraba su cabeza levemente hacia la derecha y miraba por el rabillo del ojo para que nadie lo alcance, y ni siquiera que se le acerque. Seguro de que su esfuerzo nació hijo de la desesperación y la necesidad. Las rodillas altas, las puntas del pie flexionadas para despegarse fuerte del piso, y los brazos agitándose oscilantes a noventa grados. Los talones buscando acercarse lo más posible al glúteo para volver a retomar el ciclo rebotando contra el piso. Con cada paso llegaba a escuchar a la distancia los gritos de la gente, esa misma que seguro quería tocarlo y agarrarlo. El tiempo corría y las piernas no dudaban en batirse con más fuerza para seguir adelante. A lo lejos se podía ver el fin del esfuerzo, y ya no importaba la gente o lo que pasara cuando esto acabe. Aunque todo termine ya, a esa altura era imposible olvidar…
a) …el susto que tuvo cuando el cana de la esquina tiró al aire con su Itaka pensando que se le venía encima con el Negro Sombra. Estaba claro, no podían disimular que llevaban la delincuencia en la sangre.
b) …toda la preparación previa, el sacrificio y la alegría de llegar a los Juegos Olímpicos. La familia iba a estar orgullosa con el sólo hecho de verlo en esa clasificatoria.
jueves, 3 de junio de 2010
Contarnos algo
Los dueños y directivos del Estudio de arquitectura VGL “Vanemerak, Güendulain y Lanzidei”son bastante herméticos. Conocen la situación del Estudio, el contexto empresarial, las multas de los inspectores, el resultado de los balances, las llegadas tardías de los empleados, los peinados de las secretarias y hasta los arreglos con el sindicato pero nada de ello lo transmiten al resto de los empleados pensando que así tienen más chapa de jefes. Así pasaron años donde los albañiles, los pintores y los decoradores de interiores tuvieron que hacer peripecias para lograr los objetivos que los arquitectos esperaban, sobre todo porque esas metas pocas veces estaban claras, y mucho menos veces aún eran transmitidas con claridad. Hubo miles de anécdotas para contar, pero sólo rescato una que puede dejar enseñanzas. Fue hace poco tiempo, cuando empezó el auge de los reclamos de paritarias, de porcentajes de aumentos y de mejoras en las condiciones laborales. Obviamente los constructores estaban aglutinados en un gremio que los representaba y no tardaron en presentarse ante los dueños del Estudio para pedir una recomposición salarial entre otras cosas, porque a esta altura nadie duda de que los que negocian siempre sacan alguna tajadita extra para ellos. Empleados y empleadores estaban al tanto de que había negociaciones, pero nunca llegaban a un arreglo. Por la naturaleza de los trabajos que se hacían y con el boom de las construcciones a pleno, la idea de una medida de fuerza sólo era viable cuando se hablaba de la modalidad japonesa. Los días y meses pasaron hasta que llegó “El Tano”, un albañil de raza, que heredó el oficio de su padre y de su abuelo quien llegó de Europa y le estampó el apodo a las dos generaciones que lo siguieron. “El Tano” fue anarquista desde siempre y le resultó sencillo ser el que peleaba con los dueños de VGL por cualquier reinvindicación. Así fue que se puso al frente de las charlas y viendo la intransigencia de la patronal presentó una moción en asamblea que resultó elegida por aclamación de la abrumadora mayoría. El próximo paso votado por todos era el sabotaje hormiga de las obras. Así empezaron a generarse pequeñas fallas en las construcciones, en la decoración, la pintura y la habilitación de los predios que el Estudio realizaba. Aparecieron hoteles de lujo con habilitación para fiambrería, hoteles alojamiento con los frentes vidriados, tanques de agua colmados con Talacasto blanco y eventos inaugurales donde en lugar de alfombras rojas había una glamorosa carpeta de césped sintético. Más allá de eso, con el tiempo se supo que todas las medidas que tomó “El Tano” iban paralelas a una decisión que la patronal estaba empezando a darle forma. Iba a haber un aumento y mejoras sustanciales en las condiciones de trabajo, pero no querían adelantar nada para generar un efecto sorpresa que repercuta positivamente en los empleados. Eso fue lo mismo que dijeron los dueños desde el principio y por eso nadie les dio crédito. De todos modos, no se les ocurrió mejor idea que informar las medidas en la fiesta aniversario del Estudio, un evento que anualmente reunía a todos los colaboradores, empleados, dueños, arquitectos, colegas, colados y vecinos en algún selecto restó de lo que era Palermo Rosa. “El Tano” no se la iba a perder y habló con sus representados y todos tenían la firme convicción de que esa era la oportunidad para la batalla final, para que todos se den cuenta que el Estudio VGL era una fantochada y quería sacarle la careta delante de los medios y los invitados. Todos prepararon con mucho entusiasmo los detalles, delinearon que decir y que hacer hasta que finalmente llegó el día más esperado. Todos eran concientes que iba a ser un antes y un después, que las cosas cambiarían definitivamente después del evento. Y así se preparaban. Muchos tenían redactadas las renuncias, otros cambiaban de trabajo al otro día, pero “El Tano” tenía previsto otros planes. La noche se preparaba reluciente, las estrellas y la luna iluminaban la esquina de Chonino y Godoy Cruz, y los mozos lucían su camisa más blanca y mejor planchada que nunca. La operación iba a ponerse en marcha. El primero en llegar fue uno de los dueños del Estudio, con su abogada y representante doña Ma. José Got Thäg, quienes se acercaron al escenario y dejaron el discurso impreso en hojas A4 en la tarima preparada con micrófono y todo, después fueron a la recepción a comer saladitos y caviar. Casi al mismo tiempo llegaron los capataces JF Dehaquella y "El Barba" Pamm, dos inútiles que solamente saben complicarle las cosas a los empleados y se cuelgan como medallas cualquier mérito que ande dando vueltas raramente por ahí. Los tres eran los más defenestrados por los trabajadores y hoy los laburantes se las iban a cobrar todas juntas. "La Flaca" Serena era la más ansiosa, parecía la más joven, y fue la primera sediciosa en llegar, era la encargada de colocar las pancartas atrás del telón, justo arriba de la tarima con el micrófono donde se iba a dar el discurso. Las claras y perfectas letras rojas que hizo con su sobrino sobre la pancarta blanca eran un mensaje más que evidente para todos los espectadores, pero la lectura del mensaje iba a tener que esperar un poco. Después sus compañeros ya fueron llegando simultáneamente y tomando acción en cada una de las tareas que tenían encomendadas. Robledo tenía pelo largo y quizas eso llamó la atención de los que no lo conocían, por eso se quedó en la recepción desviando las miradas, mientras el Ingeniero Ferrarisi entraba sigilosamente hacia los baños. Puso los carteles típicos de "Baño en mantenimieno" para que nadie pase y se dedicó a sellar las ventanas. Después dejó que las bombas del espeso gas lacrimógeno inunden el lugar. Maio era el decorador y no quiso quedarse fuera del evento, si bien no aparecía nunca por el estudio, tenía cuentas pendientes y también fue de la partida. Él fue quien propuso ir a la cocina y coimear a todos los cocineros para que se vayan y le dejen la cocina despejada. El tipo era arriesgado y caradura. Una vez que abrió las llaves de gas de todas las hornallas se fue y apenas pasó la puerta se cruzó con el miserable Pamm y no dudó un segundo en decirle mientras caminaba "Barba, no sabés que rico va a estar el sushi" para seguir sin detenerse. Laura y Verito al principio no estaban convencidas, pero se sumaron una vez que Maio les dio coraje. Las dos siempre fueron llamativas y tenían una función clave, iban a ser la chispa que encendería todo el fuego vengador. Sólo faltaba “El Tano” que reservó celosamente su papel y no quiso compartir con nadie cual era su función en el engranaje que habían pergeniado. No obstante todos seguían adelante. A uno de los pibes de mantenimiento no lo conocía mucha gente, entonces fue el que monitoreaba todo el plan vestido como mozo, con moñito y todo. Faltaban 10 minutos para que empiece el show de bienvenida, donde Dany Martin iba a cantar boleros y lentos para todos los que estaban en la recepción degustando saladitos y otras porquerías. Ese era el momento para que el plan dé su paso fundamental. Las cosas iban sobre ruedas hasta que sin que nadie lo esperara llegó una camioneta del Gobierno Ciudadano. Eran inspectores que venían a controlar las condiciones del lugar y los permisos de festejo que tenía VGL. Después de hacer entender a los de la entrada lograron reunirse con la abogada Got Thäg, con quien acordaron los pasos a seguir. De pronto, cuando estaban saliendo aparecieron Dehaquella y Pamm y lo único que atinaron a hacer fue limpiarse la comisura con una servilleta de papel para decir "Hasta luego", pero fiel a su estilo después dijeron a todos, prensa incluída, que fueron ellos los que echaron a patadas a estos coimeros y que no había pasado nada, que el show debía continuar. Sin embargo, lo acordado con Got Thäg fue que iban a hacer una fumigación que estaba atrasada y que era el único requisito pendiente. Por ello, apareció en escena una especie de astronauta con tyvek blanco de pies a cabeza, con botas de goma, máscara de gas y mochilita fumigadora reglamentaria, una especia de oportuno Eternauta nocturno. El tipo fue rociando todo el salón, los visitantes gambeteaban al inoportuno visitante que no se privó de nada y llegó desparramando líquido hasta el escenario, inclusive humedeciendo también el telón aterciopelado. Con la tarea hecha suspiró profundamente, mientras esa gota de sudor se deslizaba poro a poro por su frente pasando la barrera pilosa de la ceja para descender en caída libre y vertiginosa hasta estallar estrepitosamente contra la punta de la naríz de ese perfil europeo. Recién ahí dio el paso que iniciaba su retirada, no le molestó, ni se propuso, esquivar o cruzarse con todos los cogotudos que se emperifollaban para esa noche. Arquitectos, periodistas y hasta los mozos se reían del tipo que galantemente antes de abandonar el lugar cerró pícaramente su ojo izquierdo ante Verito y Laura. La primera dejó pasar un segundo para seguir los pasos del fulano mientras su copa ya estaba vacía pero todavía en la mano. Laura quedó sola y, cuando pensaba en arrinconarse para prender su primer cigarro después de mucho tiempo, se cruzó repentinamente con Federico, un pibe que la estaba merodeando hacía tiempo, pero que no estaba en el plan, pero que sí estaba pendiente de la morocha. "Por fin te dejaron un ratito sola", le dijo en indudable plan de seducción. La morocha solía recibir eso como un gran cumplido y, en general, era la antesala de charlas prolongadas. Pero esta vez, esta vez, las cosas eran distintas. Si bien el pibe era fachero, y a la morocha en el fondo le interesaba, no sabía como actuar. La situación no era normal. Y fue entonces cuando Fede vivió su sueño eterno cuando escuchó "¿dónde estabas? Andá a buscar el auto que nos vamos de acá ya". El pibe no podía creerlo. Mientras encaraba para la puerta, por la que ya no entraba nadie, relojeaba para atrás pensando que el sueño podía esfumarse. La morocha le guiñó el ojo y retomó su plan de arrinconarse con el Zippo en la derecha y un 43/70 en la izquierda. Eran las 22:17 cuando la pequeña llama incendió el tabaco y el papel, pero lejos de apagarse se acrecentó su calor y su luz cuando el encendedor fue volando contra un rincón del salón y tras un segundo encendió el líquido todavía húmedo que había dejado el fumigador. Las llamas corrieron a ras de piso, primero por los rincones donde todavía estaba el líquido húmedo, pero después empezaron a tomar fuego los manteles y algunos cortinados. Cuando parte de los presentes se percataron de ello, Ferrarisi, Laura, “La Flaca” Serena y el mozo ya estaban juntos en la vereda. Todos sabían el final de la historia y buscaron pronto un Frávega cerca para ver los noticieros en vivo. Adentro hubo asfixiados, lesiones y varios desmayos. Un cronista pudo entrar y encontrarse con el discurso abollado y llenó de hollín y, entre otras cosas, pudo leer fragmentos de su contenido donde el Estudio “se compromete a reducir la jornada laboral, elevar en un 38% los salarios mínimos y aplicar adicionales por productividad y presentismo”. Verito se reunió al grupo frente a la vidriera y mientras terminaba de procesar lo que escuchaba dijo “eso es más de lo que venimos pidiendo hace meses”. Las imágenes por tevé mostraban el fuego en el restó, y una escena quedó como emblemática del suceso. El fuego descolgó el telón del techo y tras él se pudo ver la pancarta que, tras la lectura del contenido del discurso, quedaba anacrónica. “Negreros de mierda” en clara alusión al dueño, Got Thäg, Dehaquella y Pamm. Después del siniestro todos se fueron del estudio. Serena se fue al campo con el mozo, Verito y Laura pudieron seguir juntas en una oficina de Calidad. Fede sigue esperando con el auto a Laura. “El Tano” hace changas como albañil en Bell Ville, donde llegó después de tirar el mameluco blanco y tatuarse en el antebrazo “la próxima vez van a contarnos algo”.
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